Un Año de Dolor: La Larga Sombra del Conflicto Palestino
Hace más de un año que somos testigos de la masacre que padece el pueblo palestino. A pesar de las numerosas demandas de la ONU para cesar la violencia, Israel, respaldado por Estados Unidos y otros países occidentales, continúa su brutal ofensiva, no solo contra los palestinos de Gaza y Cisjordania, sino también contra el resto de la región, siendo Líbano uno de los más afectados.
Para entender esta tragedia, debemos retroceder en la historia. El conflicto entre Israel y Líbano está impregnado de luchas, ocupaciones y conflictos indirectos. En 1948, la creación de Israel provocó un éxodo masivo de refugiados palestinos hacia Líbano, desencadenando tensiones internas. Durante los años 60 y 70, la OLP estableció bases en el sur del Líbano y llevó a cabo ataques contra Israel, que respondió con incursiones. La invasión israelí de 1982, conocida como “Operación Paz para Galilea,” buscaba expulsar a la OLP, llevando la guerra hasta Beirut y obligando a muchos a huir. La ocupación israelí dio lugar al surgimiento de Hezbolá, que resistió la presencia israelí, intensificando el conflicto.
La guerra civil libanesa (1975-1990) complicó aún más la situación, con distintos grupos libaneses recibiendo apoyo de actores extranjeros, incluyendo a Israel y Siria. Israel apoyó principalmente a milicias cristianas en contra de facciones palestinas y musulmanas.
En el año 2000, la presión internacional y la resistencia de Hezbolá llevaron a Israel a retirarse del sur de Líbano, donde Hezbolá emergió como un actor poderoso. A lo largo de los años, la tensión ha persistido, con enfrentamientos esporádicos.
Desde el 7 de octubre de 2023, Hezbollah ha respaldado a Hamas y ha participado en enfrentamientos limitados en la frontera entre Líbano e Israel, mientras se mantiene en la línea de no escalar el conflicto. El 17 de septiembre 2024 marcó un hito de terror en Líbano, intensificando los bombardeos israelíes que han llevado a la devastación y el sufrimiento diario de la población, tanto en el sur como en Beirut y el Valle de la Bekaa.
Desde el inicio de los ataques en octubre del año pasado, más de 41,000 personas han perdido la vida en Gaza y más de 96,000 han resultado heridas (UNRWA). En Líbano, más de 2,500 personas han muerto y más de 12,000 han sido heridas (ACNUR). Millones han sido desplazadas, buscando refugio en edificios de la ONU, hospitales y mezquitas, pero ningún lugar es seguro. Muchos han cruzado a Siria, huyendo de la violencia que se ha intensificado.
Israel ha afirmado que su guerra es contra Hamas y Hezbolá, pero sus ataques han afectado indiscriminadamente a civiles, periodistas y personal médico. Las restricciones en Gaza han llevado a una hambruna extrema y la propagación de enfermedades contagiosas.
Es esencial recordar que esta violencia no es un fenómeno reciente; se remonta a la Primera Guerra Mundial, con promesas de un hogar judío en Palestina que han llevado a una larga historia de sufrimiento y desplazamiento. La promesa del Reino Unido de apoyar el establecimiento de este hogar en Palestina se formalizó a través de la Declaración Balfour en 1917, lo que intensificó las migraciones judías al área. En 1947, la ONU propuso dividir Palestina en dos estados, uno judío y uno árabe, con Jerusalén como una ciudad internacional. Los líderes sionistas aceptaron el plan, pero los países árabes y los palestinos lo rechazaron.
Tras la independencia de Israel en 1948, el conflicto se selló con un éxodo masivo palestino, la Nakba o “catástrofe”, donde cientos de miles fueron desplazados. En 1967, Israel tomó Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, provocando rebeliones palestinas y una ocupación condenada internacionalmente. Mientras las restricciones crecían, también lo hacía la resistencia. Hamas, que surgió como movimiento social en los años 80, pasó de la organización a la militancia, tornándose en fuerza activa de resistencia. En octubre de 2023, Hamas lanzó un ataque justificándolo por las constantes restricciones y ocupación, citando décadas de muerte y desplazamiento, un ciclo de dolor que hasta hoy sigue cobrando vidas.
Hoy, la situación en Líbano ha llegado a un punto crítico e insostenible. Las calles resuenan con el eco de la desesperación, donde miles de familias luchan, día tras día, por cubrir sus necesidades más básicas, pero se encuentran atrapadas en una realidad en la que estas parecen imposibles de satisfacer. La guerra ha sembrado el miedo y la incertidumbre, dejando a su paso una profunda sensación de impotencia, mientras que las sombras de un futuro incierto se ciernen sobre el país y sus habitantes. En este momento de desamparo, lo único que podemos hacer es acompañar a estas familias y ayudarlas a sobrevivir: